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Las interpretaciones edípicas del cine español han sido moneda corriente y son especialmente relevantes en el mencionado cine "infantil" de los años setenta y ochenta.19 La ambivalente figura patriarcal de aquellas películas estaba ausente o era fantasmal, incomprensible, silenciada y a veces monstruosa, víctima y victimaria, personificación de la división y la incomunicación de la España de la posguerra. Si en la ficción cinematográfica de los 70 y 80 el padre y sus silencios y ausencias representaban un enigma histórico todavía irresoluble para los hijos, en el fin de siglo su búsqueda obtiene resultados y da pie a una indagación sobre la memoria histórica y a una reflexión ética profundamente utópicas. Esta relación edípica cobra mayor relevancia en la adaptación fílmica de Trueba donde el paralelo padre/patria se hace evidente. La película cambia el género sexual del narrador de la novela y convierte al padre de la narradora Lola Cercas en un ex-combatiente que, enfermo de Alzheimer sufre de amnesia y no recuerda la Guerra Civil ni su participación en el conflicto. A diferencia de los textos de los años 70, aquí el enigma se resuelve y la hija se enfrenta al fantasma del padre, sustituyéndolo a su muerte por el miliciano Miralles. El cambio de género sexual del narrador en la película de Trueba complica la lectura edípica de la relación, añadiendo un componente sexual inexistente en la novela; pero sobre todo permite continuar el diálogo intertextual entre la versión fílmica y Land and Freedom a través del personaje femenino (nieta o hija) que compila e interpreta los artefactos del pasado y facilita el traslado de éstos al presente.
Además de ser intergeneracional, la recuperación de la memoria en estos textos es autorreferencial e híbrida: es el resultado de amalgamar lo documental con lo personal, lo ficticio con lo "histórico". La irrupción documental en la narración ficticia, la constante yuxtaposición de los puntos de vista y de los materiales personales y documentales dan lugar a una fragmentación formal constante que provee el hilo conductor de la historia y determina el estilo autorreflexivo de la novela.
Existe cierta ironía en el texto de Cercas que se articula por medio de la contradicción que existe entre, por un lado, la factura posmoderna del mismo, que reconceptualiza las fronteras entre realidad y ficción y, por otro, la reflexión de su narrador/investigador que constantemente la está negando cuando insiste en capturar "la verdad de los hechos" y distinguirlos de "las conjeturas razonables" (Cercas 89). La reconstrucción precisa del fusilamiento de Sánchez Mazas se persigue obsesivamente a lo largo de los dos primeros capítulos, se contrapone a "la pátina de medias verdades y embustes que prestigia siempre un episodio remoto" (Cercas 62) y prevalece frente a las dudas de que el fusilamiento fuera parte de “una mitología familiar”, “un fraude”, o “una superchería” (Cercas 65). La validación del episodio pasa por incluir las múltiples versiones que refrendan la historia: la del hijo de Sánchez Mazas, Rafael Sánchez Ferlosio, el libro de Pascual Aguilar, Yo fui asesinado por los rojos (1981), la de Trapiello, una versión de Sánchez Mazas filmada para el "Noticiario Español" en febrero del 39, la de los tres amigos del bosque y, sobre todo, la reproducción fotográfica de una de las hojas del diario de Sánchez Mazas en la que figuran los nombres de los tres “amigos”. Esta última es el documento original que provee el nivel máximo de "veracidad" al texto. La función simbólica de la libreta para establecer el vínculo entre generaciones se enfatiza por medio de la visualización del documento que es convertido, como hemos visto, en artefacto fetichista de la nostalgia.