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Entonces esa reflexión de más sobre la responsabilidad es muy interesante. Luego yo he pensado en una cosa que decía Willian Goldman, que es un guionista americano que tiene un libro que yo recomiendo que se llama “ Las aventuras de un guionista en Hollywood ” , que pese al título no es sólo las aventuras de uno que escribe películas en Hollywood, sino que es uno de los análisis desde dentro del cine más interesantes que yo he leído y con menos pretensiones, pero aparte de muy divertido, muy didáctico. En ese libro dice que Hitchcock hizo muy malas películas desde que Truffaut le dedicó el libro y que una de las peores cosas que le puede pasar a un director es ser consciente de su propio estilo, tener un sello, “ yo hago películas de tal”. Las "películas Trueba", por ejemplo, yo creo que ese es el principio del fin, porque aparte de las responsabilidades que ya hablábamos antes y aparte de salvar el pellejo de los que han puesto el dinero y de los que trabajan en la película, encima la película tiene que ser fiel a tu estilo, tiene que ser fiel a una firma, un sello, como si tú fueras Adolfo Domínguez, que si no hace un traje que no se arruga no es de Adolfo Domínguez. Yo no entiendo de modas, es una metáfora traída al pelo, pero quiero decir que el cineasta no es así. Curiosamente las mejores películas de cineastas viejos han sido las películas de cineastas viejos, no demasiado consideradas. Cineastas viejos que han podido permitirse el lujo de hacer películas extrañas para su filmografía, como puede ser Los muertos en la filmografía de John Huston, o como puede ser La vida privada de Sherlock Holmes en la filmografía de Billy Wilder. Son películas que nadie esperaba de ellos, y haciendo Obra maestra, el ingeniero de sonido del film es un ingeniero de sonido francés, muy gracioso por cierto, que entre otras películas que ha hecho en su vida, como Cyrano de Bergerac, hizo la última película de Truffaut, que se llama Vivamente domingo, y entonces me contó que cuando Truffaut le llamó y le dijo: "Vamos a hacer esta película" -era la primera película que hacía con él-, y le dio el guión y fue al rodaje de la película muy entusiasmado; era muy joven, y entonces todo el equipo, incluido Néstor Almendros, que era el que hacía la fotografía, se reunían y decían: "¿Pero cómo François se pone a hacer esta película ahora estando tan enfermo?". Resulta que Truffaut tenía un tumor cerebral y estaba pasando los últimos meses de su vida haciendo dos cosas. Una: organizando el archivo de sus cartas, separando las cartas que se podían publicar y las que no se podían publicar, y todas las cartas de amor -era un hombre con una vida amorosa intensísima- las puso en un baúl y sólo se pueden abrir dentro de treinta años. Pero la otra cosa que estaba haciendo era completar el libro de Hitchcock, cosa que honra a una persona que se está muriendo; es decir, dedicar un minuto... El libro no llegaba a esas últimas películas, entonces lo completó con un largo ensayo, y la otra era remontar Las dos inglesas y el amor, porque le había costado cuarenta minutos, porque en los primeros pases que había hecho no le había gustado a nadie la película. Entonces la había vuelto a montar, la había estrenado y no había ido nadie. Entonces antes de morirse dijo: "Bueno, voy a volverla a dejar como a mí me gustaba, ya que no le ha gustado a nadie por lo menos que me guste a mí". Y no sólo eso, sino que además hizo ese último filme, que es un policíaco de serie B, y todo el mundo decía: "¿Cómo un director, en los últimos años de su vida, probablemente los últimos meses, en su última película en vez de hacer su testamento vital está haciendo este ejercicio de superficialidad de hacer una película de serie B?". Y éste estaba allí rodando y un día, como era joven, comiendo con Truffaut en los últimos días de rodaje, le dijo: "¿Y por qué estás haciendo esta película? ¿No tienes ganas de hacer una película más madura, más...?". Y el otro le dijo: "¿Sabes la película que estoy haciendo? Esta va a ser la última película que haga. Quiero que se parezca a las películas que yo veía cuando tenía trece años".

Yo creo que esto lo explica todo; explica la naturaleza de este trabajo. Es un trabajo que cuando empiezas a ser calculador y demasiado frío empiezas a perjudicar al trabajo. Cuando empieza a fallar el instinto, a no tener el lugar preponderante que debe tener, empieza a tenerlo el cálculo y el cálculo, amigo mío, algunas veces falla y otras no, pero el instinto no falla nunca. El instinto te puede llevar a la catástrofe, eso seguro. A hacer la peor película del mundo, porque instintivamente era la película que querías hacer, trabajas sobre ella, intentas hacerla lo mejor posible, y no te sale, que hacer una buena película es... Eso lo he dicho muchas veces. Fernán Gómez me decía una vez: "David, es que hacer una buena película no es muy difícil; ¡es que es un milagro!". Y esto hay que tenerlo en cuenta. Lo normal -y esto parece una autojustificación, pero es así- es que las películas sean malas, malas desde una perspectiva muy exigente. Y lo normal también es que a un espectador medio le gusten todas, o casi todas.

Es decir, yo hablo a veces con mis hermanos y películas que a mí me han horrorizado a ellos les ha encantado. "No, ¡pero si está muy bien, hombre!"; "Ah, ¿pero os ha gustado eso? ¡pero si no tiene gracia!"; "¡Ah, pues yo me reí cuando el tío se hunde...!". La gente es muy generosa en eso, y tampoco tú tienes que ser el peor crítico del mundo. El problema es el cálculo, porque el cálculo a lo que te lleva es a adoptar una postura fría sobre la película. Yo creo que la postura caliente es buena, y la primera película tiene la virtud de ser la posición caliente. Y la primera película yo creo que no se debe olvidar nunca, yo creo que es un termómetro que te debes poner para ver si tu cuerpo tiene la misma temperatura en la que estás haciendo que tenía en aquella, y si no la tienes es que algo falla. Por supuesto que a la siguiente lo que le debes añadir, si el talento te lo permite, es que sean mucho mejores en una cosa que se llama el oficio.

Sería otro tema del que hablar, cómo se adquiere, se perfecciona el oficio en esto del cine. Sería tema para otra... quizás para una escuela más práctica... Pero es lo único que puedes añadir a esa temperatura. Y no sabría deciros nada más. Sé que no os he hablado de mi trayectoria, pero sí he intentado hablar desde la perspectiva que uno se coloca cuando se pone a hacer o se dispone a hacer una película aquí. Sobre todo no rechacéis nunca, uno no debe rechazar nunca aquello que es un territorio en el que no ha estado antes. Es decir, en el fondo lo que tiene la vida de interesante, y la vida profesional sobre todo, es que te permite entrar a sitios de los que no sabes si saldrás con vida. Por eso la conciencia de estilo, la persistencia incluso en un modelo genérico, en un modelo de película como director, yo creo que a menudo a lo que lleva, si no vas en busca de la perfección -que también es otra manera de buscar, es decir, perfeccionar el género hasta su ultima consecuencia-, a lo que te puede llevar también es a una cierta parálisis, a quedarte en una cosa que ya sabes que haces. Yo a algunos compañeros míos, algunos amigos míos que escriben guiones y me los pasan para que los lea y siempre les contesto, no siempre por supuesto, pero algunas veces les contesto: "Sólo tiene un defecto: usas demasiado lo que sabes hacer muy bien". Esta es una cosa que me di cuenta en la cuarta o quinta película que estaba haciendo el guión, que me di cuenta que recurría a lo que sabía hacer, y uno a lo que debe recurrir es a lo que no sabe hacer. No sé si esto sirve de explicación, pero... Es decir, si uno tiene facilidad para crear unos diálogos chispeantes, brillantes, inteligentes, irónicos, etc., el problema, el gran peligro que corre es hacer de eso no sólo su virtud, sino hacer de eso su manera de ser, su manera de expresarse. Yo creo que uno debe buscar siempre el modo de expresarse y por caminos más dificultosos a los que sabe hacer, porque eso ya lo tiene añadido y si eso lo sabe hacer y tiene don para eso, eso va a estar. Pero si además hay una crítica sobre lo que sabes hacer, puedes mejorarla ahora.

Pero bueno, que os estoy hablando como si mis obras fueran perfectas. Todo esto que os digo son recetas que se me ocurren a mí y que soy incapaz de aplicarme a mí mismo, o sea que no penséis que os lo digo “ como mis películas son así de buenas porque hago esto y esto y además me planteo esta dificultad...”. No, no. Mis películas por desgracia están llenas de defectos. Pero sí que es verdad que cuando las miro, sobre todo las que me gustan a mí, digo “es que este tío qué bien lo ha hecho, qué bien lo sabe hacer”. Y a veces son películas que tampoco le gustan a la gente que está sentada a mi lado en el cine, pero yo sí que veo el oficio, el riesgo, el tipo cómo ha sabido meterse en esa historia. Por ejemplo, a mí el director vivo que más me gusta ahora es Milos Forman, porque me parece que es un director que en cada película se plantea un reto, un riesgo, hace una película no voy a decir diferente a las otras, porque todas se parecen, eso es una cosa que uno no puede evitar, que las películas que haces se parezcan entre ellas.

Es como tener... Mis padres han tenido ocho hijos y todos de alguna manera nos parecemos. Unos nos parecemos igual no físicamente pero sí en la forma de hablar, otros no se parecen en la forma de hablar pero son idénticos físicamente, y las películas tuyas son iguales. Unas son de géneros diferentes, pero tienen un padre. El problema es que este padre se imponga sobre los hijos, que sea el acto de lo que se llama la clonación, en vez del acto normal, de la concepción normal. Y yo creo que los grandes defectos del cine suelen estar en su concepción. Por eso hay que intentar no cometer los máximos errores posibles, o sea, cometer los mínimos errores posibles. Y seguir sobreviviendo para pensar que a lo mejor la cuarta pueda ser un poco mejor, o por lo menos puedas poner en riesgo todo lo que crees que tienes ganado con la tercera. No me parece mal, eso que se llama decepcionar, hacer lo que no me esperaba: “¡Vaya, es peor!”. Eso yo creo que es muy bueno. No digo que lo venga a buscar, pero no lo debe rehuir. A veces el éxito es el peor enemigo de un artista. Su propia firma es su peor enemigo.

(Transcripción magnetofónica realizada por VANESSA RAMÍREZ LEÓN)

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