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Yo creo que en un país como España, tan desarrollado ya, con tantas posibilidades para toda la gente, yo creo que el cine español debe dejar o debemos dejar de ser una constante reivindicación, una especie de intento de que nos perdonen la vida, que no nos condenen definitivamente a la extinción, y simplemente darse cuenta de que hay muchísimos gremios, especialmente artísticos, que están más amenazados que el cine español, que no tiene ni siquiera la capacidad de concitar, como ha pasado este año con dos o tres películas, dos millones de espectadores. Pero es que ha habido otras películas que han llevado 50.000, 150.000, 200.000 espectadores, cosa que yo creo que no se está consiguiendo con el mundo de la escultura, el mundo de las artes plásticas, el mundo del ensayo histórico, por no hablar del desarrollo científico... Es decir, que de alguna manera al cine español se le ha culpabilizado siempre de estar ahí demandando los mismos derechos que el halcón milenario. Queremos seguir existiendo, “ que no cierren Doñana ”, y entonces que siga persistiendo el cine español como especie protegida. Eso está muy bien y eso sólo lo entenderán y lo reconocerán la gente que se sienta y confecciona los presupuestos generales del Estado. Yo creo que esto no es una cosa que al público le preocupe. El público cuando abre el periódico elige libremente la película que quiere ver, yo creo que en la mayoría de las ocasiones sin atender a su nacionalidad, salvo en el caso de la norteamericana, que de salida es siempre, o ha sido siempre, como una especie de esperanza de entretenimiento, de que “ bueno será un horror y tal pero me lo pasaré bien, o destruirán por lo menos 150 coches...”. En la peor de las situaciones por lo menos hay una cantidad de destrucción que me va a satisfacer durante una hora y media. Pero yo creo que cuando estás dentro del cine español y dices una cosa, advertiréis seguramente si sois más o menos críticos al leer que existen dos fases: la fase de irrupción, que es cuando ese joven director, actor, guionista, incluso director de fotografía -que ahora empieza a tener relevancia social y que sobre todo se empieza a dar valor a su trabajo- cualquiera que forme parte de esa cadena que es hacer una película, en el momento de la irrupción la hace con un espíritu crítico sobre el cine anterior. Es decir, todo el que llega piensa o desea borrar casi todo lo anterior, siempre salvas de la quema dos o tres cosas, pero casi empezar de cero y destruir todo lo que hay e iniciar un nuevo camino, sobre todo renegar del cine español como etiqueta. Uno se adscribiría más...

Si pudiera existir una cosa llamada no Cine Independiente Americano, sino Cine Independiente Mundial, nos iríamos casi independentistas del cine español, querríamos ir en esa primera o segunda película fuera de lo que es el sello del cine español, iríamos a otro lado. Y como habéis visto en general se carga contra lo que hay, contra muchas de las actitudes generalizadas, y luego poco a poco se va uno entrando... no sé si en razón, pero por lo menos entrando en el sistema, o entrando en esa manera de ver las cosas, y dándote cuenta de que los problemas estructurales, los problemas de comercialización, incluso de financiación del cine, de su exhibición en las pantallas de la televisión, de su exhibición en cine, pues que son problemas que te afectan también, y entiendes a esos directores que toda la vida habías oído hablar y hablar de estas cosas del cine.

Entonces de alguna manera yo creo que la gente que hemos llegado recientemente pues tenemos la necesidad de, una vez pasado ese periodo crítico y explosivo donde todo nos parecía una m... y “ no queremos pertenecer al cine español sino que somos nuevos”, pasamos a la segunda fase que es “ aún tenemos energía para cambiar esto pero ya sabemos que esto es lo que hay”. Con esto no quiero decir que haya una posición fatalista ni una posición triste. Yo he tenido una trayectoria, por llamarlo así ya que me veo obligado a hablar de ella, que es muy atípica, que probablemente casi ninguno de los que estáis sentados aquí vais a tener.

Yo he tenido una puerta abierta inmediata por la presencia de Fernando Trueba, mi hermano, en el cine de una manera... pues cuando yo ya tenía diez años él estrenó Ópera prima, pasó a ser un director muy conocido. Y Fernando, como otros directores, rápidamente una de las primeras iniciativas que él tomó fue auto-producir sus películas, y cuando las películas crecieron por lo menos auto-producirlas en una pequeña parte. Y a partir de aquí se entiende muy bien por qué el cine español es como es. Es un cine muy generado por los directores, es un cine español donde, por ejemplo, el otro día hablaba con Emilio Martínez-Lázaro, que es un director con el que he trabajado mucho y del que he aprendido mucho, y que el año pasado estrenó El otro lado de la cama, que es uno de los grandes éxitos comerciales del cine español, y yo le decía "bueno, ¿te han ofrecido algo?"; y dice "no, no me han ofrecido nada, lo único que me han llamado dos o tres productores diciéndome “ Oye, ¿no tendrás algo por ahí que quieras hacer?". No es un cine generado, como otros cines, como puede ser el americano, por supuesto, pero el francés o el inglés, generado desde grandes o pequeñas productoras muy activas que se acercan al director con una propuesta, ya sea una novela, un tipo de película, un reparto, lo que sea. Es decir, el origen o germen de una película puede ser al principio, y de hecho es casi siempre, copiar una película que tuvo éxito el mes anterior. Esta es la base casi inicial de cualquier película, que alguien se te acerque y te diga... Yo me acuerdo cuando se me acercó un productor y me dijo "yo creo que tenemos que hacer, David, quiero que escribas Cuatro bodas y un funeral "; y entonces yo le dije " pero cuando hagamos Cuatro bodas y un funeral ya habrá tenido éxito Matrix,¿no sería mejor adelantarnos a la que va a tener éxito el año que viene y no a la que tuvo éxito el año pasado?". Y él me dijo: "¡Es que no sabemos cuál va a tener éxito el año que viene!"; y entonces se agarran al éxito del año pasado. Bueno, en ese caso pude decir que no, como me ha pasado en otras ocasiones. No porque no quisiera hacer una película como Cuatro bodas y un funeral, que seguramente me encantaría y la firmaría feliz, sino porque lo que no sabía era repetirla, hacerla así de bien. Lo que siempre he intentado es hacer cosas en las que me sienta lo más implicado posible, lo más metido, donde yo crea que pueda decir algo que haga la película diferente a como lo haría otro, y por lo tanto a partir de ahí buscar la financiación para ese proyecto. Pero en general esa salida es muy típica. La otra es ¿no tendrás algo por ahí, un guión en el cajón que se pueda hacer ahora? " y tal. Y esto ¿a dónde lleva?

Lleva a una situación muy comprometida para el que hace películas. Es decir, cuando tú llegas a hacer películas en el cine español y llegas a ser guionista o actor, porque ayer mismo estuve hablando con los actores que protagonizaron mi primera película, que vinieron a casa a comer... Claro, a mí personas me han dicho "¡qué carrera llevas!" o "lleva una carrera rara, este actor o esa actriz"; y yo siempre les contesto: "¿pero vosotros creéis que en España se puede llevar una carrera, es decir, una carrera donde tú dices que no a este proyecto y a este otro y dices que sí a éste porque te gusta?". Conozco pocos actores que puedan llevar esa carrera. Hay algunos, y lo basan en lo siguiente: que sólo hacen una película o una y media al año. De esta manera si eres un buen actor, y además te llegan buenos guiones, sí puedes llevar una carrera. Pero para eso tienes que hacer un sacrificio muy fuerte, que es el de ganar una cantidad limitada de dinero pero intentar que esa película vaya bien, que esa película esté bien, que esa película salga...

Además, ¿cuál es el problema? Si la película de este año que has hecho es mala, tu carrera se está hundiendo más que la del que ha hecho tres regulares, con lo cual llevar una carrera o esta trayectoria no es fácil. Y sé que lo miraréis ahora con un cierto escepticismo desde donde estáis sentados; muchos de vosotros no sé si aspirareis a una carrera, pero seguramente sí que vais a ser jueces de las carreras de los demás, no ya dedicándose a la crítica o a la historia del cine, sino como meros espectadores. Yo creo que uno es juez y uno sigue o no sigue la carrera de uno en función de la película anterior que ha hecho, lo que le transmite y espera de esa persona. Y entonces uno desde el otro lado piensa “¿ qué pensarán de mí trayectoria esta gente tan simpática que ha venido hoy por la mañana con este frío y esta lluvia aquí?”. Pues piensen lo que piensen, lo que uno debe hacer es tratar no de justificarla con excusas, sino justificarla con películas y justificarla con el trabajo que haces, y a ser posible con que cuando salgas ahí y te pongas y lleves una película sea una película que tú puedas defender, que sea una película de la que te sientes, no ya diré orgulloso, porque orgulloso es para mí una cosa que no tiene ningún valor -el orgullo está también en un señor con el coche que se ha comprado-, que la defiendes porque se parece a lo que querías hacer, a esa cosa rara, extraña, o disparatada, o acertada , que se comprende, que no se comprende, que envejece bien o envejece mal, todas las discusiones que queráis, que tiene buena crítica, que tiene éxito de público... Lo que queráis, pero que sobre todo se parezca a lo que tú querías hacer. Esa es, creo yo, la gran dificultad de una carrera, y no sabría decir cómo se consigue eso ni si yo sería capaz de hacerlo. Evidentemente, el problema de hacer eso en el cine español es la dificultad de tener una continuidad en este trabajo, tener esa especie de... no voy a decir seguridad, que yo creo que la seguridad es casi siempre negativa en todas las profesiones, sobre todo en las artísticas, pero una sensación de que lo que haces puede llegarle a quien tú crees que le pueda llegar, le pueda interesar. ¿Cómo conseguir que, por ejemplo, estos amigos míos que se me acercan, amigos no voy a decir íntimos porque a los íntimos les invité, pero amigos de segundo nivel que se me acercan y me dicen: "¿puedes creer que todavía no he visto Soldados de Salamina?" . Y yo les digo: "Claro que me lo puedo creer. Lo que no me puedo creer es las razones por las que no habéis ido". "No, no, es que no he tenido tiempo" ; y todos han ido del orden de cincuenta veces como mínimo al cine al año, y te conocen. No han ido porque no les apetece, o no les apetecía porque siendo amigos míos y de mi generación pues quizá a priori a lo mejor una película sobre la Guerra Civil no les apetecía, y que cuando me veían me decían: "¡Ah, pues no era lo que esperaba! ¡Qué bien está!" !Pues me divertí mucho!". Es decir, la gente huele las películas. Entonces muchas ocasiones el que vayan a verla o no depende tanto de la película en sí misma sino de lo que esa película transmite. Cada vez menos la publicidad en el grado pequeño, de esto seguro que hay gente en esta mesa que pueda hablar mejor que yo, dividiríamos la publicidad de las películas entre aquellas películas que no habrán salido en Corazón Corazón desde siete meses antes de estrenarse en Estados Unidos, no ya en España, y luego las películas que pueden dedicarle a la publicidad pues cuarenta millones de pesetas, que no pueden comprar a ningún directivo de Televisión, que no pueden tener una implantación en los medios, porque ofrecen quince, veinte películas al año y, oye, ¡la gente se vuelca en ellas! Que no puede desplazar a Hawai un rodaje y a la prensa internacional... Entonces el grado de implantación que tienes con una película española, a la que le dedicas esas cantidades de dinero, es pequeña; no puedes cambiar a fuerza de dinero o de publicidad el deseo del público por ver tu película en contrapartida con aquellas cinco o seis que se estrenan esa semana.

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