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Por lo tanto, el olfato del espectador acaba por ser para el cineasta español la principal fuente de supervivencia. Es decir, que la gente huela tu película y diga “bueno, pues me voy a acercar a verla”. Eso hace que el cine español, al contrario de otros cines más basados en la imagen de los actores, el cine español si está muy basado, incluso diría que excesivamente basado, en la personalidad, en la trayectoria de los directores. Es decir, en el cine español como entenderéis es más importante una película de Almodóvar, o de Moncho Armendáriz, de Alejandro Amenábar, Álex de la Iglesia, Julio Medem... Es más, quiere decir más, invita a más o dice más al espectador que no la ha visto que una película con Javier Bardem, por ejemplo. Javier Bardem es un ejemplo perfecto: es el único actor español que ha estado alguna vez nominado al Oscar como Mejor actor. Es un logro sin precedentes, yo no sé si suficientemente valorado, pero le agradezco siempre a él el escepticismo que mantuvo con el asunto. Es decir, lo aceptó, lo celebró y se lo pasó muy bien, pero sabía que aquello era accidental. Sin embargo, muy poca gente fue a ver en España la película por la que estaba nominado este actor, una cosa histórica. Ni siquiera en esa película un actor como Javier, del que en general el 99% de la población piensa que es un gran actor, se movilizó masivamente para ver esa película, lo cual te lleva a muchas reflexiones, pero la peor de todas es a la responsabilidad que eso te aboca. Evidentemente puedes, y yo siempre he defendido que el cine deba ser variado, y que lo peor que puede pasar es que intentemos fiscalizar el cine y hacer que pase por un mismo aro y hacer que todas las películas sean iguales. Yo creo que la salud de una cinematografía, en eso la española es de las pocas cosas de las que goza de salud, es de la variedad. Es decir, que al final del año haya habido en cartelera una película española de terror, una película española comedia adolescente, una película española comedia sentimental, otra de acción, otra histórica, otra de denuncia social... Yo creo que esa es la riqueza del cine. Pretender que los directores, las películas sean de un determinado tipo, que tengan que hacer este cine, ya sea porque es el que va a ir a ver el público, que será lo que reclame una cierta gente, otro cine porque será lo que le guste a la crítica, otro cine porque es el que recibe premios, otro cine porque es el que podemos llevar al Festival de Cannes... Yo creo que no, que lo maravilloso precisamente es que haya de todo, y que compartir en ese núcleo y el ir saltando, si puede uno permitírselo, de un género a otro, si los actores pueden permitirse variar también en la percepción que se tiene de ellos, aunque para ellos es más difícil que para los directores, yo creo que está la riqueza. Entonces moverte en ese territorio es muy apasionante, porque uno nunca piensa en eso, pero a la larga es lo que queda. Lo único que queda es lo que huele tu cine -perdonad la expresión, que puede ser un poco soez- a la gente. Y al mismo tiempo, la dificultad de llevar esta carrera de una manera coherente, de llevarla de una manera continua y a esa exposición constante y esa especie de “lo único que importa es la carrera que llevas” te lleva a muchas dudas. Sobre todo, te lleva a ese grado de responsabilidad que yo creo que la labor principal de uno es quitársela de encima y empezar a disfrutar del oficio al que te dedicas, porque eras un espectador que disfrutaba mucho yendo al cine de un tipo de películas que a lo mejor piensas que no se hacen, o no se hacen las suficientes, y que tú puedes hacer una de esas. Yo creo que esa es la razón principal por la que haces cine.