Los
recursos técnicos utilizados vienen a apoyar estas hipótesis.
El montaje de tipo sintético acentúa la excelencia del
sitio histórico (planos 6, 8, 10, 21, 22 y 23, mayoritariamente).
Por esta misma razón, el Monasterio es exhibido mediante numerosos
planos generales, de gran valor descriptivo, y de conjunto, que dan
testimonio de su nobleza arquitectónica. El montaje pretende
que el espectador focalice su atención en este conjunto de imágenes
dotadas de una enorme carga simbólica cuyo principal efecto es
provocar una identificación entre el sitio y el campo mostrado
por la cámara, es decir, el acontecimiento contemporáneo.
Este recurso acomoda a Franco y a su régimen en una atemporalidad
que, al mismo tiempo, les legitima. La luz natural consigue por su parte
que se intensifiquen los contrastes en las imágenes delimitando
más los contornos y magnificando de esta manera el entorno físico
con respecto al evento.
Por
su parte, Franco, tocado con boina carlista (en una tentativa de transparentar
tal vez su voluntad de apaciguar los temores de un grupo ansioso por
restablecer con celeridad la monarquía en España, y cuyas
intrigas acentuaban el clima de crisis alrededor del Caudillo), entra
en escena a partir del plano 9. La recepción se celebra con la
pretensión de avalar el poder político que había
alcanzado tras la victoria a través de la presencia de una serie
de personalidades que apoyan y plebiscitan dicho poder. Entre los asistentes
a esta balsámica inyección de reconocimiento, distinguimos
primero a Carmen Polo, que interpreta con rigor y eficacia su afectado
papel de primera dama de la nación; algunos miembros del Gobierno,
entre los cuales se encuentran falangistas (Serrano Súñer,
Fernández Cuesta), militares (generales Varela, Saliquet, Jordana,
Queipo de Llano; coroneles Franco Salgado-Araujo y Barroso) y carlistas
moderados (el conde Rodezno, entonces ministro de Justicia). Se percibe
igualmente a una pequeña masa anónima de militares, falangistas,
moros ataviados de túnicas blancas, muchachas de la sección
Femenina de Falange, miembros de la Guardia Civil... Se trata en suma
de una amplia representación de las diferentes familias políticas
constituyentes del régimen. La presencia extranjera es, empero,
bastante menos numerosa. Se acierta a distinguir entre los diplomáticos
al mariscal Pétain, que había presentado sus credenciales
a Franco dos meses antes, así como a un diplomático nipón.
El Gran Visir de Marruecos y su cortejo "aportan una nota blanca
a tan selecta concurrencia", según anuncia la voz del
comentarista. El montaje pone gran cuidado al ubicar al Franco-político
en posición de protagonista en medio de este decorado grandioso
con respecto al de las personalidades que asisten a la recepción,
"actores secundarios" que se convierten en genuinos elementos
de legitimación del régimen.