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La
presente obra forma parte de un proyecto editorial, surgido gracias
a la iniciativa del Festival Internacional de Cine de Gijón
y del Instituto Valenciano de Cinematografía Ricardo Muñoz
Suay, que se marca como objetivo el estudio de los "Nuevos Cines"
aparecidos durante los años cincuenta y sesenta. En este caso,
los editores del monográfico que nos ocupa, Carlos F. Heredero
-profesor de la ECAM y de la ESCAC- y José Enrique Monterde
-profesor de la Universidad de Barcelona y colaborador de la ESCAC-
dedican sus páginas a la Nouvelle Vague, llevando a
cabo la coordinación de numerosos ensayos de diferentes autores,
entre los que se encuentran ambos, cuyas reflexiones sobre parcelas
concretas de la materia elegida proporcionan finalmente al lector
un análisis global de lo que fue y la importancia que tuvo
dicho movimiento cinematográfico.
Para poner al lector en situación, José Enrique Monterde
en Ce n´est pas une image, mais juste un image cita brevemente
sus características definitorias y presenta, por tanto, a modo
de introducción, los parámetros en los que se sustenta
el libro para acotarla y analizarla. El segundo texto, La sombra
del general. El contexto histórico, corre a cargo
de Joan Riambau. Se trata de una aproximación a la situación
histórica francesa a partir de la Segunda Guerra Mundial, de
cuya evolución, con la proclamación de la IV y V República
en 1946 y 1958, respectivamente, surgirá el contexto social
que verá nacer y crecer a la Nouvelle Vague a finales
de la década de los cincuenta. El autor sale airoso del reto
que supone tocar tantas teclas en tan pocas páginas para dar
al lector una imagen global de la evolución política,
social y cultural de dos décadas de la historia de Francia.
La
aportación de Esteve Riambau, Un buen negocio en mala coyuntura.
Paisajes industriales, es un estudio del contexto socio-económico
del país galo, vinculado exclusivamente al medio cinematográfico.
Trata, pues, de la trayectoria de su cinematografía teniendo
en cuenta su producción y distribución, una vez finalizada
la Segunda Guerra Mundial; una trayectoria claramente protegida con
diferentes medidas de subvención por parte del Estado francés
para afrontar el desembarco de las producciones estadounidenses y
la proliferación de la pequeña pantalla. Un proteccionismo,
afianzado con la llegada de André Malraux al Ministerio de
Cultura en 1959, del que finalmente se beneficiarían los directores
de la Nouvelle Vague al realizar películas mucho más
baratas que las de sus colegas más veteranos.
De especial interés resulta De la caméra stylo a
la política de los autores. Los orígenes de unas nueva
cinefilia, donde Josep Lluís Fecé se embarca en
la misión de responder a la pregunta de si realmente la Nouvelle
Vague fue una escuela, una manera compartida por sus miembros
de entender el Cine. Esta pregunta, que puede parecer de respuesta
obvia, queda en el aire gracias a declaraciones realizadas en entrevistas
de algunos de sus buques insignia como Claude Chabrol y François
Truffaut, quien recuerda que la denominación Nouvelle Vague
fue un invento de la prensa. A partir de este planteamiento inicial,
el autor indaga en sus orígenes intelectuales, es decir, en
los textos que influenciarían a esta generación de cinéfilos
y les proporcionarían las herramientas para conceptuar el Cine
de una manera concreta. L´imaginaire, psychologie phénoménologique
de l´imagination de Jean-Paul Sartre y Le musée
imaginable de André Malraux aparecen como influencias fundamentales
en la teoría cinematográfica de André Bazin,
sustentada en la unión del Arte con la Ontología. A
su vez, la manera baziniana de entender el Cine sería recogida
por Cahiers du cinéma, revista que fundó junto
a Jacques Doniol-Valcroze en 1951 y en cuyas filas se formaron posteriormente
los jóvenes directores de la Nouvelle Vague.
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La
fenomenología de Merleau-Ponty y Roger Leenhardt serían
otras influencias destacables de la revista, así como también
lo sería el texto de 1948 Naissance d´une nouvelle avant-garde:
la caméra stylo, de Alexandre Astruc, para la Nouvelle Vague.
Así, Bazin y Astruc aportaron una nueva forma de ejercer la crítica
cinematográfica y, en consecuencia, de entender el Cine.
El
quinto ensayo corre a cargo de Santos Zunzunegui que, bajo el título
de El gusto y la elección. La "política de los autores"
y la noción de "puesta en escena" en los Cahiers du cinéma
entre 1952 y 1965, nos habla de dos de los ejes que sustentaron la
metodología llevada a cabo por los "jóvenes turcos"
en la crítica cinematográfica. Zunzunegui indaga en afirmaciones
de Jacques Rivette, François Truffaut o André Bazin para
abordar en el concepto de "política de los autores",
que consistía grosso modo en reivindicar la figura del director
como el verdadero autor de la película. Así, un director
pasaría a ser considerado autor al mantener una unidad temática
a lo largo de su carrera, más allá de los géneros
a los que recurriera, para lo cual era también importante haber
escrito sus propios guiones, aunque esto no se diese siempre así.
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Procede,
a continuación, a hacer lo propio con textos de Alexander Astruc
y Jean-Luc Godard para tratar el concepto de "mise-en-scène",
entendido como el estilo personal de cada autor a la hora de dirigir.
Consistiría, por tanto, su aportación en analizar la definición,
evolución y los límites con los que topó la reivindicación
de esta unidad temático-moral, por un lado, y estético-formal,
por otro, que permitiría calificar de auteur a tal o cual director.
Con
el título de Antes de la revolución. El cine francés
de 1944 a 1959, el artículo de Jesús Angulo nos introduce
en el panorama cinematográfico del país vecino durante
este período, teniendo presente las opiniones que los futuros
miembros de la Nueva Ola manifestaban sobre sus antecesores. De esta
manera, mientras directores como Jean Renoir, Robert Bresson o Jacques
Tati, entre otros, eran alabados por los miembros de Cahiers du cinéma,
los hubo que sufrieron sus iras, como fue el caso del cine de "qualité"
(representado por Claude Autant-Lara o Jean Delannoy, por ejemplo),
caracterizado por un realismo psicológico de índole literario,
que fue criticado por Truffaut en su artículo de 1954 "Una
cierta tendencia del cine francés".
Con
En la periferia nacen las olas. Nouvelle Vague y documental, José
Luis Castro de Paz estudia el papel jugado por las películas
documentales, frecuentemente relegadas a un segundo plano en relación
a las de ficción. A este respecto, destaca el autor dos nombres
fundamentales: por un lado, Georges Franju, cofundador de la Cinemateca
Francesa junto a Henri Langlois en 1936, con obras como La sangre
de las bestias (1948) y Hotel de los Inválidos (1951)
y, por otro, Alain Resnais con sus Van Gogh (1948), Gaugain
(1950) o Guernica (1952), por citar algunas. Tampoco olvida Castro
de Paz el trabajo de Chris Marker y el cinéma verité,
de carácter principalmente antropológico, de Jean Rouch
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La
octava propuesta, firmada por José Enrique Monterde, lleva el
título De un tiempo y un lugar. Retrato de una generación
y en ella pretende, en palabras suyas, "abordar esa doble dimensión,
colectiva y personal, que caracteriza al movimiento". Para
analizar la tendencia colectiva, el autor estudia la trayectoria común
de sus miembros, la asistencia a la Cinemateca y al Cine-Club Objetif
49, el ejercicio de la crítica cinematográfica en revistas
como Cahiers du cinéma, la posterior realización
de cortometrajes en los que abundaban las constantes colaboraciones
entre los directores y el desembarco definitivo de éstos en la
dirección de unos largometrajes en los que, por lo general, se
rodeaban frecuentemente de su gente de confianza para los equipos técnico-artísticos.
La tendencia individual de cada uno de los miembros de la Nouvelle
Vague se traduce en la personalización del punto anterior,
es decir, en la concreción de criterios y gustos personales a
la hora de decidir los principios estéticos y las temáticas
que han de dar forma y contenido a sus películas.
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Carlos
F. Heredero indaga en el uso novedoso que hicieron de los elementos
cinematográficos los directores de la Nouvelle Vague,
ya que su puesta en escena fue la consecuencia directa de una nueva
manera de entender la estética cinematográfica. De
la imagen y del lenguaje. El crisol de la modernidad analiza en
que consistió la participación de la Nueva Ola en la llegada
a la modernidad del medio cinematográfico; una modernidad no
monopolizada por ésta, como bien especifica el autor. Así,
Heredero realiza un estudio sobre lo que supuso el desarrollo de una
conciencia lingüística cinematográfica que conllevaría
el uso de los recursos clásicos con una voluntad ajena a la de
la estricta imitación de la realidad (representación mimética),
en la que los mecanismos cinematográficos se ocultan para crear
una ficción creíble, dando paso a la incorporación
fílmica de este nuevo "pensar" el lenguaje cinematográfico
para abordar las parcelas ocultas de la realidad. Se traduce lo dicho,
a su vez, en una nueva percepción subjetiva del tiempo puesta
de manifiesto en las también novedosas estructuras narrativas
utilizadas.
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Si
el anterior capítulo ahondaba en el lenguaje cinematográfico
de la Nouvelle Vague, el propuesto por Xavier Pérez hace
lo propio con las temáticas más recurrentes de sus miembros.
Reinventar la ficción fílmica. La revolución
temática analiza los contenidos al servicio de los cuáles
éstos desarrollaban su puesta en escena. La utilización
de géneros anteriores como el cine negro o el melodrama le hace
preguntarse al autor en que consistía dicha revolución temática.
Con Negro sobre Negro. Sombras y huellas de la novela criminal
José María Latorre prosigue el camino iniciado en el artículo
anterior al profundizar en el estudio de esa influencia del cine negro
americano y de la novela policíaca en los directores de la Nouvelle
Vague, seleccionando casos concretos como los de Al final de la
escapada (1959) de Jean-Luc Godard, Tirad sobre el pianista
(1960) de François Truffaut y Una doble vida (1959) de Claude
Chabrol.
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Bernardo
Sánchez nos propone el doceavo texto, Lo vago y lo nuevo.
Una vela a Faulkner y otra a Balzac, que hace hincapié en
el gusto por la literatura de los cineastas tratados y en la abundante
presencia de ésta en su obra fílmica. También establece
un paralelismo entre la Nouvelle Vague y la Nouveau Roman
por lo novedoso de sus propuestas estéticas. Por su parte, Quim
Casas nos acerca un tema que en apariencia puede parecer secundario
pero que, sin embargo, es de vital importancia para que un director,
no sólo ya los de la Nouvelle Vague, pueda desarrollar
su obra: la tecnología de la que dispone. Tecnología
y puesta en escena. La poética de la necesidad analiza el
uso que hicieron los "jóvenes turcos" de las nuevas
cámaras Caméflex y Éclair-Coutant que redujeron
los costes de rodaje e hicieron posible que muchos proyectos vieran
la luz. Así pues, los medios de los que dispusieron influyeron
en el resultado final de sus películas tanto como los principios
teóricos de los que nacieron.
Avanza
el libro con las palabras que Roberto Cueto propone en El film polifónico.
La música en el nuevo cine francés, cuya idea principal
es que el uso novedoso que hicieron de los recursos clásicos
cinematográficos, como apuntaba Heredero anteriormente, se aplicó
no sólo a la imagen en movimiento, sino también a la música
que interactúa con ésta. El quinceavo artículo,
Deshojando margaritas ¿Pero hubo alguna vez intérpretes
Nouvelle Vague?, corre a cargo de Jesús García
de Dueñas y en él nos revela los nombres de aquellos actores
y actrices que contaron con la confianza (y hasta qué punto)
de los directores que nos ocupan frente a otros ya consagrados con una
larga trayectoria profesional a sus espaldas que fueron desdeñados
por éstos al ser identificados con el cine que criticaban.
Los
siguientes siete textos forman una sección propia de interesantes
monográficos que bajo el título de Algunos nombres
propios analizan la obra (o una parte significativa de ella) de
los directores más importantes de la Nouvelle Vague (su
"núcleo duro"), junto a otros dos que, si bien no formaron
parte de ella, coincidieron cronológicamente con ésta
siendo poseedores de una filmografía igual de relevante. Así,
Javier Maqua firma Turbio Chabrol primero; del director de À
bout de soufflé (1959) y Pierrot le fou (1965) se
encarga Miguel Marías en Godard juvenil; hace lo propio
Antonio Weinrichter en Ribetes de ficción: Jacques Rivette;
continúa Antonio Santamarina con el trabajo de Éric
Rohmer, el "Gran Momo"; y, por último, Felipe Vega
analiza películas como Los cuatrocientos golpes (1959)
o Jules y Jim (1961) en Truffaut, el hombre que amaba los
libros. Completa el apartado el binomio formado por Louis Malle:
el tiempo y las emociones y El caso Alain Resnais que recae
en Ruth Pombo y Josep Torrell, respectivamente.
La
siguiente combinatoria lingüística nace de la pluma de Domènec
Font que estudia, con La cicatriz interior. En la órbita
post-Nouvelle Vague, a cineastas como Jean Eustache, Philippe Garrel
o Maurice Pialat, surgidos a finales de los sesenta y de cuya obra puede
decirse que es la que posee un mayor número de características
heredadas de la Nueva Ola. La aportación de Jos Oliver, Ecos
de la Nouvelle Vague. Influencias teóricas sobre la crítica
española, pone de manifiesto una de las premisas sobre las
que se sustenta este libro: la importancia que tuvo este movimiento
cinematográfico, lo que a su vez se traduce en el área
de influencia que generó dentro y fuera de las fronteras del
país galo. El autor analiza la situación de nuestra crítica
cinematográfica en este período a partir de la influencia
generada por Cahiers du cinéma y del papel desarrollado
por publicaciones como Film Ideal o Nuestro Cine y el
Cine-Club Monterols.
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En
Pensamiento y cine. Fulgores teóricos, cegueras políticas
M. Vidal Estévez nos explica el giro que dio Cahiers al
abandonar conceptos como la "política de los autores"
en 1965 y abrirse al estructuralismo y en concreto a la semiología
fílmica de Roland Barthes y Christian Metz, por un lado, y al marxismo,
por otro, para formular una nueva manera de ejercer la crítica
cinematográfica, que se traduce en una progresiva teorización
y politización en el estudio principalmente de los "Nuevos
Cines" (incluidos los de los países latinoamericanos). Se
genera una supremacía de lo político sobre lo cinematográfico
que continuará con la irrupción de la influencia maoísta
hasta 1974, momento en que lo político quedará en segundo
término respecto a lo cinematográfico. A continuación,
con Michel, Claude, Bertrand, André y los otros. El cine de
papá ya tiene nietos, Carlos Losilla nos introduce en la obra
de Deville, Sautet, Tavernier, Téchiné y "otros"
directores que desecharon los aspectos estéticos rupturistas de
la Nouvelle Vague al tiempo que utilizaron los clasicistas, que
también se dieron cita en algunos de los miembros de ésta.
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El
penúltimo artículo, propuesto por Imma Merino con el título
de Después de la ola. Los "jóvenes turcos"
se hacen adultos, nos recuerda que cuando el colectivo de directores
de la Nouvelle Vague dejó de actuar como tal, al distanciarse
sus miembros en torno a 1965, cada uno de éstos continúo
desarrollando su carrera cinematográfica. El texto número
veintiocho, y último, Comerciantes contra residentes. Debates
y encrucijadas del cine francés contemporáneo, corre
a cargo de Ángel Quintana y en él nos describe la dicotomía
existente en el cine galo actual entre los directores con pretensiones
exclusivamente comerciales que realizan un cine postmoderno y los que
tienen la voluntad de hacer un cine de autor heredero de la Nouvelle
Vague.
Por
último, completan la obra una selección de Textos
y documentos,
que los éditeurs han considerado relevantes, escritos
en su momento por algunos de los nombres sobre los que gira el libro;
y un Diccionario, desarrollado por Antonio Santamarina, en el que se
explica Quién fue qué dentro de la Nouvelle Vague.
Estas dos secciones finales no hacen sino confirmar el propósito,
puesto de manifiesto a lo largo del libro, de proporcionar al lector
un estudio en profundidad de este movimiento cinematográfico
mediante un análisis minucioso y exhaustivo de todos los elementos
que lo hicieron posible. Así, el conjunto de los artículos,
que bien pueden funcionar de manera autónoma, dotan en su interacción
a la obra de una estructura sólida y un carácter unitario,
pese a la variedad de opiniones y estilos que a priori puede presuponerse
de un conjunto heterogéneo de autores.
El criterio metodológico aplicado propone una concatenación
de los textos que nos permite hablar del tratamiento de tres bloques
cronológicos: una primera etapa pre-Nouvelle Vague en
la que se estudia tanto la situación de la sociedad francesa
y de su cine desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta 1958, como
el proceso de formación y desarrollo de las bases teóricas
de estos nuevos directores durante este tiempo; un segundo período
donde se analiza detalladamente no sólo la Nouvelle Vague
(entendiendo 1958 y 1959 como los años de aparición
de sus primeros largometrajes y 1965 como momento estimado de disociación),
sino también la obra de otros cineastas coetáneos a ésta;
y un último bloque post-Nouvelle Vague, que alude a la
evolución individual de los "jóvenes turcos"
una vez que dejan de establecer vínculos de trabajo y amistad
y a la influencia de éstos o no en las sucesivas generaciones
de directores franceses. De esta manera, el resultado es no sólo
una excelente obra monográfica sobre la Nueva Ola, centro gravitatorio
del libro, sino también una síntesis histórica
de algo más de medio siglo de cine francés.
Carlos F. Heredero y José Enrique Monterde demuestran con En
torno a la Nouvelle Vague. Rupturas y horizontes de la modernidad
que siempre es posible realizar una nueva y valiosa aportación
sobre un objeto de estudio ya tratado con anterioridad, como es el caso
de los cineastas cuya obra fílmica significó la llegada
de la modernidad al cine francés; directores que posteriormente
siguieron manifestando su postura existencial frente al mundo y que
hoy en día los presentes continúan siendo "turcos",
aunque ya no tan jóvenes, en un panorama cinematográfico
actual que en su mayoría sucumbe ante los postulados económicos
del mercado.
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