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Productor:
Stefan Arndt, en cooperación con ARTE, para X Filme Creative
Pool (Alemania, 2002).
Director:
Wolfgang Becker.
Guión:
Bern Lichtenber y Wolfgang Becker.
Fotografía:
Martin Kukula.
Decorados:
Lotear Holler.
Vestuario:
Aenne Plaumann.
Montaje:
Katia de Bock.
Intérpretes:
Daniel Brühl (Alex), Katrin Saß (Madre de Alex), Chulpan
Khamatova (Lara), Maria Simon (Ariane), Florian Lucas (Denis), Alexander
Beyer (Rainer), Burghart Klaussner (Padre de Alex), Francisca Troegner
(Sra. Schäfer), Michael Gwisdek (Director Dr. Klapprath).
Color
- 118 minutos. Estreno en España: 07-11-2003
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Cuenta
Becker, en una entrevista que mantuvo con la periodista Beatrice Sartori
(El Cultural de El Mundo, 6-XI-2003), que "el presupuesto
no alcanzó los cinco millones de euros, y lleva ya recaudados
40". Hoy ya se ha acuñado un término que hace referencia,
de una forma más o menos irónica, a la nostalgia que
ha despertado la película por la pérdida, que no el
olvido, de una sociedad que desapareció tras la caída
del Muro de Berlín en 1989, y que recibe el nombre de "Ostalgie",
término que substituye a Nostalgia, y cuyo significado etimológico
(-Ost- significa -Este- en alemán) simboliza el deseo por rescatar
del pasado lo mejor de una época de represión, y de
reacciones opuestas causadas por decisiones políticas absurdas
de un capítulo de la Historia reciente, que parecía
prolongarse en el tiempo en contradicción con los países
desarrollados de su entorno. La "Ostalgie" se traduce en
la adquisición, inducida por un potente merchandising,
de todo tipo de artículos relacionados con la película.
Muy curioso.
Un
fenómeno comparable al interés turístico-fílmico
que suscitó la proyección de Amélie por
todos los lugares donde se rodó. Amélie perdura
en el tiempo como si de una suerte de maleficio se tratase, tal y
como demuestra la banda sonora de Good Bye, Lenin! compuesta
por el mismo Yann Tiersen, cuya música hizo vibrar de emoción
a las salas de medio mundo. A tal respecto, cabe decir, sin embargo,
que, aunque, sin duda alguna, la música de Tiersen consigue
sonrojar a más de algún espectador conmovido, la introducción
de alguna pieza ya conocida puede ser decepcionante, pues no eran
pocos los que esperaban, no sin renunciar a su propio estilo, una
nueva banda sonora, un nuevo prodigio musical similar, pero no calcado
de Amélie, como se da durante el pase de alguna secuencia.
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En
lo que toca al montaje de la película, la oportuna introducción
de secuencias de documentales de época, utilizadas para conferir
mayor relieve a la influencia político-social de los acontecimientos
relacionados con aquel fatídico episodio de la historia de Alemania,
que condenó al ostracismo a todo un pueblo tras el levantamiento
del denominado Muro de Berlín, y en los que se inscriben los
personajes del reparto, puede parecer un recurso fácil, pero
lo fundamental es el hecho de que guardan una estrecha relación
con la fábula que concibe Alex (Daniel Brühl) para evitar
que su madre sufra un nuevo y fatal infarto, con ayuda de su amigo Denis
(Florian Lucas). Mientras que Wolfgang Becker recurre a escenas documentales
para dar sentido histórico al filme, su propio personaje deconstruye
la Historia de la agonizante R.D.A. de finales de los 80 para salvar
a su madre.
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La
Nostalgia que reviste este filme dista con mucho del rechazo que otras
películas del mismo género han despertado con relación
a los efectos provocados por la existencia del Muro de Berlín
durante tantos años. Tal y como apunta el mismo Becker, "el
Muro es un personaje más
, aunque de forma diferente a otras
películas como El cielo sobre Berlín de Wim Wenders,
La promesa de Margarethe von Trotta, El túnel de
Roland Suso Richter, e incluso Hedwig and the Angry Inch de John
Cameron Mitchell, en las que el Muro era el problema, e incluso se hablaba
de la enfermedad del Muro. Sin embargo, aquí es la ausencia del
Muro lo que crea el drama".
Por
primera vez en mucho tiempo, una película independiente rescata
del pasado lo mejor de un modelo político-social opresivo, que
toda una población ha borrado de su memoria para dejar de tragar
saliva. Podría decirse que Becker tiene un precedente en Roberto
Benigni con La vida es bella, que se atreve a tratar a través
de una tragicomedia (como es el caso que nos ocupa) la vida de un judío
honrado que convive con su hijo en un campo de concentración,
con una desafortunada ironía. Alex, con la heroicidad a la que
nos puede abocar la pasión por un ser querido, concibe una sociedad
que ya no existe, y que todos rechazan ávidos por prosperar en
un mundo libre, en el que la población ya no obedece a los dictámenes
de un partido político gobernado por una camarilla de idealistas
anacrónicos, sino a las reglas del mercado, y a los principios
jurídicos de la Carta Magna.
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Good
Bye Lenin! ha ganado merecidamente y en muy poco tiempo varios premios
de mucho prestigio, entre ellos, los galardones de la de la Academia Europea
2003, el Premio del Público al Mejor Actor europeo (Daniel Brühl),
el Premio del Público a la Mejor Actriz europea (Katrin Saß);
el Premio "Ángel Azul" a la Mejor Película europea;
los Premios Seminci, el Premio Especial del Jurado, el Premio de la Juventud
del Festival de Cine de Valladolid y "Goya! a la Mejor Película
europea del año.
La
fórmula que emplea Becker es de una sublime sencillez. Reúne
bajo un techo en una casa de 79 m2 (la medida estándar del régimen)
a todo un reparto de personajes cotidianos que tras la caída
del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 asisten sorprendidos
al desencadenamiento de rápidos cambios políticos, económicos,
sociales, e incluso ideológicos, a los que se adaptan no sin
ciertas dificultades, y empujados por la necesidad de aceptar un nuevo
statu quo muy diferente al que conocían.
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Alex,
que convive con su hermana Ariane (Maria Simon) junto con sus padres,
el padre (Burghart Klaussner) y la madre de ambos (Katrin Saß)
pasan una infancia similar a la de cualquier niño que recibe
todo el cariño que espera de sus padres, de su familia y de sus
amigos, lejos de una dura realidad, tamizada al amparo del calor hogareño.
El padre les abandona, y la madre de Alex se ve obligada a entregarse
por completo a sus hijos, convirtiéndose, además, en una
comprometida activista del régimen. Aunque, en opinión,
de Becker la madre de Alex "se comporta como una madre que sufre
el típico síndrome de ayudar a los demás, que también
existe en regímenes no socialistas".
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Los
acontecimientos se precipitan tras la noche del 40 aniversario de la
R.D.A., el día 7 de octubre de 1989. Mientras su madre regresa
a casa en taxi tras celebrar la efemérides, se detiene ante una
manifestación que se salda con una dura represión de la
policía. Entre los detenidos se encuentra Alex. Las miradas de
la madre y el hijo se cruzan. La madre de Alex se desmaya y entra en
estado de coma. Durante ese trance que dura ocho meses, Alex, a la manera
de un narrador que reconstruye un flash-back, relata cuanto le
sucede. Día tras día, le expone a su madre sus vivencias,
con la esperanza de que ella le escuche. Alex, sin embargo, y deliberadamente,
no le revela en ningún momento que el Muro ha sido derribado,
y junto con él, todo un régimen, al que ha seguido la
unificación de las repúblicas democrática y federal,
y el resurgimiento de Alemania.
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Un
buen día la madre de Alex despierta, y vuelve a casa. Alex, con
la ayuda de su colega, el técnico de sonido Denis, y la complicidad
del resto de su familia y de sus amigos, urde la forma de ocultar la
realidad a su madre confinándola en su habitación, para
evitar que sepa que el ideal de sociedad en el que creía firmemente
se ha desmoronado. Alex y Denis rediseñan la habitación
de la madre de Alex a la antigua usanza, y elaboran rudimentarios noticiarios
para que la madre no sepa qué ha ocurrido mientras ella estaba
en coma. Alex involucra a todos los que se encuentran a su alrededor
para arreglar cualquier desajuste de la realidad alternativa que ha
ideado para que su madre no sufra ningún sobresalto.
En
una ocasión, la madre de Alex sale a la calle y observa el atronador
dedo de la efigie de Lenin, que le señala desde el aire mientras
un helicóptero lo transporta por toda la ciudad. Es un momento
sublime. Esa imagen señala el fin de toda una época de
ideales frustrados. Del mismo modo, observa que hay coches con matrícula
de la R.F.A. y marcas occidentales. Y Alex se apresura por hacerle creer
que algunos compatriotas alemanes, procedentes de la vecina república
alemana, prefieren abrazar los valores de sus compañeros socialistas
del Este, y abandonar una sociedad en la que el materialismo está
por encima de cualquier otro valor. El inminente ex presidente de la
R.D.A., Honecker, es, a los ojos de la madre de Alex, un hombre de buena
voluntad que se anticipa a la inevitable apertura de las fronteras,
no sin antes prodigarse en bondades para estrechar la mano de su homólogo.
La realidad, que nos muestra a un presidente derrocado, y a un astronauta
venido a menos, Sigmund Jähn, (el único que fue lanzado
al espacio en la R.D.A.), es muy diferente de la que se le representa
a la madre de Alex.
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Alex
concibe un mundo a su medida, el mundo en el que a él le habría
gustado vivir. El deseo por recuperar un ideal, y enlatarlo en una habitación
provoca situaciones hilarantes. Son muchas las escenas en que las dificultades
casi sobrepasan la paciencia de quienes se avienen a participar decididamente
en su kafkiano plan.
La
película, por otra parte, adolece de cierta lentitud en el transcurso
de la narración del protagonista, que Becker se esfuerza por
suavizar con la introducción de secuencias a cámara rápida,
técnica cinematográfica muy utilizada en otros filmes
actuales. Cabe destacar, no obstante, el mérito de un director
de corta filmografía y escasa producción (su anterior
trabajo La vida en obras, data de 1997), que ha conseguido dar
un trato diferente a la caída del Muro.
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Finalmente,
aunque la elección del reparto es la justa, en la medida en que
casi todos los personajes tienen relevancia, se podría prescindir
de algún otro, sin cuya presencia, el relato no habría
sufrido menoscabo alguno, o cuando menos, se le podría haber
dotado de más protagonismo, como es el caso del novio de Ariane,
la hermana de Alex. Esta última sí destaca en algún
momento de la narración, cuando, trabajando en Burger King, se
le acerca su padre en calidad de cliente, con su coche y acompañado
de una nueva familia, y le pide una hamburguesa, ella le responde: "Que
le aproveche, y gracias por elegir Burger King".
En
resumen, Becker, que declaraba recientemente, que ha vivido durante
gran parte de su vida en el Berlín occidental, y que ha recogido
los testimonios de personas que vivieron la caída del Muro desde
el lado oriental, ha sabido dar realismo a una época en que como
él mismo apunta, había personas "que amaban su estilo
de vida, creían en sus ideales y se amaban. Es una mirada a esa
Alemania que ya no existe, desde una pequeña habitación
y unos seres humanos que realizan actos de farsa para salvar a un ser
querido".
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