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Introducción: cine, historia y siglo XVIII

 

No es casualidad la elección de estos filmes para estudiar la interpretación cinematográfica del mundo colonial a mediados del s. XVIII, si nos atenemos a las primeras palabras de cada uno de ellos: "Vuestra Santidad: os escribo en este año del Señor de 1758 desde el continente sur de las Américas, desde la ciudad de Asunción, en la provincia de La Plata a dos semanas de marcha de la gran misión de San Miguel"; "Tercer año de la guerra entre Inglaterra y Francia por la posesión del continente. Tres hombres, los últimos de un pueblo en extinción se encuentran en la frontera Oeste del río Hudson" 1. Como se ve, ambos se ambientan, casi exactamente, en el mismo año y en el mismo escenario geográfico: América colonial. Aunque en el caso del primero se trata, más concretamente, de la Sudamérica hispano-lusa mientras que en el segundo, la protagonista es la Norteamérica devastada por un nuevo episodio de la pugna entre Inglaterra y Francia 2, en ambos hablamos de tierras de frontera, donde el proceso de colonización está en pleno desarrollo, vivo, en donde interacciona en todo su esplendor el elemento nativo (mohawks, hurones, etc., en el Norte, guaraníes en el Sur) con los nuevos pobladores. Territorios donde hallamos en su máxima expresión el conflicto derivado del choque de culturas, pero también la lucha por la supremacía entre las metrópolis europeas o el enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado.

Sea como fuere, en las dos obras se nos ofrece la posibilidad de analizar, de forma simultánea, la visión cinematográfica de los conflictos coloniales del XVIII en las dos Américas y el uso que los directores deciden hacer de estos símbolos para influir o reflejar la sociedad en la que viven 3. Un doble discurso histórico: el de los hechos históricos narrados y el del contexto histórico que envuelve y condiciona su narración:
Por eso hablaremos de que los filmes históricos serán el espacio de un doble discurso histórico y con ello provocarán una doble lectura histórica: primera como simples filmes producidos en un contexto determinado que sostendrá su historicidad; luego, como operaciones de enunciación de un explícito discurso histórico que necesariamente nos remitirá al pasado, aunque siempre relacionado con su contemporaneidad4.

Este es el esquema habitual, pero todavía puede complicarse. Las historias de los propios rodajes forman un tercer discurso histórico que, en ocasiones, influye determinantemente en la presentación final del producto. No podemos imaginarnos, por ejemplo, que La misión hubiese resultado tan impactante sin la colaboración de los indios waunanas, del Chocó colombiano (Sudoeste colombiano, en el Río San Juan), una tribu apartada que apenas había tenido contactos con el hombre blanco y por tanto mantenía en esencia su orgullo, costumbres y energía ancestrales 5. O que El último mohicano no hubiese contado con la espectacular reconstrucción del Fuerte William Henry, que costó seis millones de dólares 6. Tampoco que hubieran estado ausentes los típicos problemas de tipo "salarial" con los extras, problemas que compartieron ambos rodajes.

En el caso de El último mohicano, aún tenemos un último elemento que complica el deslinde. El filme está basado en una adaptación cinematográfica anterior (1936, guión de Philip Dunne) de una novela escrita un siglo antes (Fenimore Cooper, 1826) 7. Aunque la adaptación no sea fidedigna:

In translating Cooper's work for the screen, they highlight and make popular those elements of The Last of the Mohicans that have little to do with Cooper's original story, but have everything to do with twentieth-century American popular culture and taste" 8.

Sin embargo, es evidente que los discursos históricos se multiplican y cada escalón previo deja su poso en los siguientes 9. Así, cuando James Fenimore Cooper escribió El último mohicano, hizo famosos a estos indios 10. No obtante, también los extinguió antes de tiempo (actualmente todavía sobreviven en Wisconsin algunas comunidades bajo el nombre de Stockbridge Indians) y confundió su nombre e historia con la de los Mohegan de Connecticut:

In their language, "Mohegan" means wolf - exactly the same as "Mahican" from the Mahican language, but these slightly different names refer to two very distinct Algonquin tribes in different locations. It is very common for the Mohegan of the Thames River in eastern Connecticut to be confused with the Mahican from the Hudson Valley in New York (a distance of about a hundred miles). Even James Fenimore Cooper got things confused when he wrote Last of the Mohicans in 1826. Since Cooper lived in Cooperstown, New York and the location of his story was the upper Hudson Valley, it can be presumed he was writing about the Mahican of the Hudson River, but the spelling variation chosen (Mohican) and use of Uncas, the name of a Mohegan sachem, has muddled things. Other factors have contributed to the confusion, not the least of which was the Mohegan were the largest group of the Brotherton Indians in Connecticut. After the Brotherton moved to the Oneida reserve in upstate New York in 1788, they became mixed with the Stockbridge Indians (Mahican) from western Massachusetts. Because of this, the present-day Stockbridge Tribe should contain descendants from both the Mahican and Mohegan. Anyone not confused at this point may consider himself an expert11.

Este error todavía subsiste (también en el filme de Michael Mann) y muchos americanos se sorprenderían aún hoy al enterarse de que los mohicanos todavía existen.
Finalmente, más allá de los múltiples discursos históricos, el análisis puramente formal de los diversos lenguajes que se interrelacionan a lo largo de la obra (imágenes, palabras, música 12) y que expresan o denotan estos diversos discursos históricos retuerce más si cabe la cuestión. La importancia de la música, por ejemplo, ha sido habitualmente minusvalorada:

Sin duda esta capacidad que la música tiene para conducir al espectador en la interpretación correcta de la imagen la convierte por sí sola en una de las herramientas más sutiles y poderosas con que el director de una película dispone para comunicarse con el espectador13.

El caso de La misión es particularmente interesante y ya ha recibido atención debida en algunos estudios:

Contiene la casi totalidad de los recursos expresivos propios de la música cinematográfica (diegética, no diegética, subrayados, extinción del sonido real, efectos de identificación acústica con la naturaleza del plano) ordenados de tal manera que constituirán un discurso narrativo propio, integrado plenamente en la producción audiovisual (...). Desde el punto de vista estrictamente musical, Ennio Morricone emplea con admirable destreza la capacidad simbólica de representación cultural y antropológica de los timbres instrumentales y de sus registros sonoros, gestos y referencias musicales que impregnarán el conjunto de la obra14.

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NOTAS Y REFERENCIAS

1.Así comienzan las versiones españolas de ambos filmes.

2.En esta casi permanente Guerra Colonial que es el XVIII hay que incluir a España: véase TÉLLEZ ALARCIA, D., “La Independencia de los EE.UU. en el marco de la Guerra Colonial del s. XVIII (1739-1783)”, en Tiempos Modernos, 5, octubre 2001, pp. 1-30, http://tiemposmodernos.rediris.es

3.En lo más general nos remitimos a las obras de Ferro y Solin: FERRO, M., Historia contemporánea y cine, Barcelona, 1995 y SORLIN, P., The film in history. Restaging the past, Oxford, 1980.

4. MONTERDE, J. E., SELVA MASOLIVER, M. y SOLA ARGUIMBAU, A., La representación cinematográfica de la historia, Madrid, 2001, p. 39. Esta doble lectura puede comprobarse en numerosos ejemplos. Véanse algunos españoles: DUPLA, A. e IRIARTE, A. (eds.), El cine y el mundo antiguo, Bilbao, 1989, HUESO, A. L., El cine y el siglo XX , Barcelona, 1998, PAZ, M. A. y MONTERO J. (eds.), Historia y Cine. Realidad, ficción y propaganda, Madrid, 1995, UROZ, J. (ed.), Historia y Cine, Alicante, 1999, CARAMÉS LAGE, J. L., ESCOBEDO DE TAPIA, C. y BUENO ALONSO, J. L. (eds.), El Cine: otra dimensión del discurso artístico, 2 vols., Oviedo, 1999 y TÉLLEZ ALARCIA, D. y PABLOS PÉREZ, R., “El Espartaco de Kubrick. Realidad y Ficción”, en Iberia , 3, 2000, pp. 287-302.

5.El director, Roland Joffé, lo veía como una necesidad diáfana: “I'm remember saying to him: ‘Robert this movie will never work as we can find real indians, that's not extras, (…) I need to find the truth, I need to find the indians themselves'. Robert look to me and say: ‘Well, good, go and find them' ”. Esta cita aparece en la versión comentada por el propio director de La misión, contenida en la versión española del DVD, recientemente editado (2003). “Son el eje. Trata de un poblado destruido y esa comunidad también corría ese peligro. Sus sentimientos eran similares a los de la película. Aportarían esa sinceridad que yo no podía crear”, cita extraída del documental Omnibus , en la misma versión en formato DVD. Los waunanas, de hecho, creían en un principio que los iban a secuestrar y a devorar. El equipo de Joffé tuvo que llevarse a Cartagena de Indias a 10 de sus hombres más importantes para que viesen que el proyecto iba en serio y para que calmasen a sus compañeros. En El último mohicano, Mann empleó nativos en un primer momento, pero también extras.

6. Una superficie construida de 160.000 pies cuadrados, dominando el Lago James, en Carolina del Norte. También resultó una labor de titanes la filmación de las escenas de combates: “Mr. Mann felt that Linville Gorge gave him the perfect backdrop for shooting scenes in the wilderness of 18th century New York. The rugged country challenged the construction crews. Moving heavy equipment and hundreds of cast members in the mountains only to be rained out or to have the director change his mind proved to be frustrating and costly. The company closed out its 6 month filming in the mountains six weeks behind schedule due to heavy rains throughout the summer of 1991. Cost over runs of $20,000 an hour during shooting were not uncommon. By October the budget had exceeded forty million dollars. When the film was completed, the production company was required by law to restore the area”, HARRIS, E., “Cooper on film”, en The James Fenimore Cooper Society Website, http://external.oneonta.edu/cooper/drama/film.html .

7. De hecho existen decenas de versiones cinematográficas y televisivas de esta obra: “From its first adaptations in 1909 as a D. W. Griffith one-reeler and in 1911 as two different one-reelers by the Powers and Thanhouser Film Companies to its latest incarnation in 1992 as a Michael Mann potboiler, more than a dozen interpretations of the novel have appeared in various forms, from silent picture to Mascot serial to animated version to BBC television series to Hollywood epic”, WALKER, J., “Deconstructing an American Myth. Hollywood and The Last of the Mohicans” en MACDOUGALL, H. C. (ed.), James Fenimore Cooper: His Country and His Art (No. 10), Nueva York, 1999, pp. 77-84. Walker reseña, no obstante, que, hasta que la familia Cooper no se decidió a colaborar con la edición precisa de los textos de Fenimore Cooper, en los años sesenta del s. XX, éstos sólo podían leerse en toda una “pléthora of corrupt texts”.

8. Ibídem , p. 78, remata diciendo: “While most of the directors do a sterling job of targeting Cooper's mise en scene, none of their film versions of the novel accurately reproduce Cooper's plot, and few come close to understanding Cooper's theme”. Tan sólo la versión de 1920, por Maurice Tourneur y Clarence Brown, se acerca notablemente al argumento de Cooper. Sobre la versión de Mann, es taxativo: Of all the many revisions of Cooper's novel that appear in the 1992 version, Mann's decision to turn The Last of the Mohicans primarily into a love story and to ignore the essence of the Native-American theme is the strangest and most damaging plot twist of all. It is one thing to borrow scenes from other Leather-Stocking novels (the canoe chase from The Pathfinder, for example); to invent scenes (Hawk-eye's shooting of Duncan Heyward to prevent his suffering at the burning stake, Magua's killing of Colonel Munro); or to mismatch lovers (Duncan and Cora rather than Duncan and Alice, Uncas and Alice rather than Uncas and Cora) to sell theater tickets. But to manipulate the story's plot in an attempt to make history more vivid and realistic for the contemporary filmgoer is questionable directing and screenwriting. To focus on the love affair between American literature's most strongly individualistic, anti-authoritarian, and anti-British mythic hero and Cora Munro is to miss the essential theme and flavor of Cooper's classic tale”.

9. Incluso la crítica literaria deja su huella. La feroz caricatura que Mark Twain hizo de la obra de Cooper, en el número de julio de 1895 de la North American Review, no es ajena a la poca valoración del autor y de su obra y, por tanto, a lo poco que los directores y guionistas se han ceñido a la hora de trasladarla a la pantalla. Íbídem, p. 85.

10. El título completo de la novela es: The Last of the Mohicans: a narrative of 1757 . Forma parte de un ciclo más amplio, conocido como Leatherstocking Tales, dentro de la cual es la segunda entrega. El denominador común del ciclo es el personaje de Ojo de Halcón, Natty Bumppo, también llamado a lo largo de las diversas entregas Leatherstocking, Deerslayer, Pathfinder, Le longe carabine, etc. Esta información aparece en la introducción de COOPER, J. F., The Last of the Mohicans, Londres, 1993. La edición de es de Wordsworth Editions, colección Wordsworth Classics.

11. Mohegan History, http://www.dickshovel.com/moh.html

12. Sobre la espectacularidad de las imágenes, merece la pena anotar algunos detalles, como el Óscar conseguido por La misión en la categoría de fotografía (otro se llevó El último mohicano al Mejor Sonido), o el hecho de que sus imágenes se basen “en ilustraciones de enorme valor antropológico e histórico de misioneros del XVIII en Paraguay”, CASCÓN BECERRA, J. A., “El cine como fuente para la Historia. Iberoamérica y el cine norteamericano”, en Trocadero, Revista de Historia Moderna y Contemporánea, 14-15, 2002-2003, p. 44.

13. NIETO, J., Música para la imagen, Madrid, 1996, p. 49. Cit. en TÉLLEZ CENZANO, E., “El discurso musical como soporte del discurso cinematográfico. Análisis de ejemplos (I)”, en Espéculo, 6, julio 1997, pp. 1-11, http://www.ucm.es/info/especulo/ Ver también desde una perspectiva teórica, TÉLLEZ CENZANO, E., “La composición musical al servicio de la imagen cinematográfica. El discurso musical como soporte del discurso cinematográfico”, en Espéculo, 4, noviembre 1996, pp. 1-12, http://www.ucm.es/info/especulo/ ,

14. TÉLLEZ CENZANO, op. cit ., 1997, p. 5. Ver también RODRÍGUEZ FRAILE, J., Ennio Morricone. Música, Cine e Historia, Badajoz, 2001, pp. 217-248.