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1. Introducción

El 18 de julio de 2006 se cumplieron setenta años del golpe de Estado que desencadenó la Guerra Civil en España. El aniversario ha sido excusa para que, desde distintos ámbitos públicos y privados, se hayan organizado actos y manifestaciones en torno al conflicto que, preámbulo de la II Guerra Mundial, supuso el final de la II República española y la necesaria transición hacia el nuevo Estado encarnado en una de las dictaduras más largas y represivas de contemporaneidad europea.

Es previsible suponer que durante el año 2006 se cierre definitivamente el período de consenso en torno a la interpretación de la Guerra Civil y el Franquismo. Un consenso nacido, como en otro ámbitos de la transición y que evitó el debate de ideas tal y como ha señalado Félix Ovejero Lucas 1 . Pero además del debate de ideas, el “pacto de silencio” tuvo como consecuencia práctica la ausencia de acciones oficiales de restitución a las víctimas de la dictadura fascista de Francisco Franco. La injusticia del pacto político quedaba manifiesta en el universo de símbolos tangibles e intangibles de la dictadura que quedaron intactos en el espacio público e imaginario social. Semejante desequilibrio terminó, a mediados de los noventa, por resquebrajar el consenso cuando los resultados de la investigación histórica espolearon con sus evidencias el recuerdo, y los nietos de los represaliados empezaron a preguntar en voz alta los porqués del silencio. El protagonismo social en ascenso de quienes exigían una reparación, moral y material, de los crímenes de franquismo provocaron la reacción del otro lado, tal y como viene denunciando, entre otros expertos del período, el catedrático de Historia Contemporánea Julián Casanova:

(...) el registro del desafuero cometido por los militares sublevados y por el franquismo hizo también reaccionar, por otro lado, a conocidos periodistas, propagandistas de la derecha y aficionados a la historia, que han retomado la vieja cantinela de la manipulación franquista: fue la izquierda la que con su violencia y odio provocó la Guerra Civil, y lo que hicieron la derecha y gente de bien, con el golpe militar de julio de 1936, fue responder al “terror frentepopulista". 2

Efectivamente asistimos desde mediados de los noventa a un revival del discurso historiográfico franquista, pero con un apoyo político y mediático desde distintas instancias que lo diferencia con respecto a épocas pasadas. Una cobertura mediática que tiene, entre otros objetivos, poner coto a las demandas del llamado movimiento de recuperación de la “Memoria Histórica” de los represaliados por el franquismo. Y ello sobre la base de impugnar la crueldad de los crímenes cometidos con el argumento de que eran parte de un proceso general de violencia de “ambas partes por igual” 3 .

Es precisamente esta idea la que nos interesa para el ensayo que nos ocupa. Porque, entre los argumentos típicos de los hagiógrafos de Régimen como de la Cierva o Salas Larrazábal –octubre de 1934, el terror rojo, el anticlericalismo, Paracuellos, las Brigadas Internacionales, el dominio soviético– esgrimidos hoy con barniz de actualidad por Pío Moa o César Vidal, y los profesionales que desde distintos ámbitos científicos –sociología, historia, economía…– ofrecen rigurosas contribuciones la Guerra Civil y el Franquismo, hay una “tercera vía” cuya tesis se concentra en la expresión de “la Guerra Civil fue una guerra de malos contra malos”4. Esta “tercera España” del Todos fuimos culpables 5, no es otra sino la interpretación que, desde una universo conservador que se mueve en parámetros posmodernos, busca construir –desde una pretendida neutralidad – un imaginario acorde con los valores dominantes en la actualidad, y que, en mi opinión, encarnan arquetípicamente las palabras del periodista Pedro J. Ramírez, dirigidas a sus lectores con motivo de lanzamiento de la Historia de la Guerra Civil de El Mundo:

(...) todos deberíamos preguntarnos qué habríamos hecho si hubiéramos vivido durante la Guerra Civil. Hace tiempo que yo hice mía la respuesta de Unamuno en su amarga carta al ABC de Sevilla, dejando claro que no podía identificarse con ninguna de las dos partes porque “entre los hunos – rojos – y los hotros – blancos (color de pus) – están desangrando, ensangrentando, arruinando, envenenando y – lo que para mí es peor – entonteciendo a España”. Tan Atilas como Millán Astray –con el que acababa de tener el famoso incidente de Salamanca – le parecían, en definitiva, Pasionaria, Campesino o Líster.

(...)

Fueron los gobernantes, los líderes de casi todos los partidos, sindicatos y facciones, y por supuesto los jefes militares de ambos bandos, los agitadores profesionales y los comisarios políticos quienes, por acción u omisión, arrastraron primero a los gobernados al infierno dantesco de la guerra y, por necesidades del guión, los arrojaron después al horno crematorio del odio inextinguible. 6

 

La cita es larga, pero significativa de esta nueva derecha, para la que el fascismo es un lastre del que no dudan en deshacerse, que articula su discurso en tres ideas fuerza: no hay diferencia moral entre ambos bandos; el pueblo –sujeto pasivo– es siempre víctima de la política y la imposibilidad de la utopía, dado que todas las transformaciones sociales –y las que del período republicano no son una excepción– llevan la violencia y el caos en su ser.

Esta nueva derecha tiene su posición más avanzada en el campo que mejor dominan: la divulgación. Un campo que no está necesariamente acotado por el rigor de la investigación científica. Más bien al contrario, la divulgación esta sujeta a los resortes del mercado y a sus productos culturales de ámbito masivo, principalmente publicaciones y productos audiovisuales.

Sin lugar a dudas, el film producido por Enrique Cerezo, La hora de los valientes , y dirigido por Antonio Mercero, en tanto que producto cinematográfico que nos narra un trocito de la historia de España entre 1936-1939, constituye un audiovisual de divulgación. Ahora procede preguntarse si obedece o no a la interpretación que, desde la nueva derecha, se hace de la Guerra Civil.

 

2. La hora de los valientes: una película “histórica”

En un interesante y panorámico artículo titulado “Memoria e imagen de la Guerra Civil en el cine español de la democracia”, Santiago de Pablo, catedrático de la Universidad de País Vasco, describe así La hora de los valientes:

La hora de los valientes (1998) de Antonio Mercero destaca como una de las mejores, si no la mejor, película española reciente sobre la Guerra Civil desde el punto de vista histórico. Y no tanto por sus valores cinematográficos (...), sino por la hondura y la fidelidad a los hechos históricos con que Antonio Mercero refleja el Madrid de la guerra, cercado por las tropas franquistas, hasta la entrada de los vencedores en la capital de España. (...), el argumento se basa en un hecho real: la decisión del Gobierno republicano de evacuar con destino a Valencia y al extranjero las obras de arte del Museo del Prado, ante el peligro de que estas sufrieran daños en los bombardeos. A partir de esta realidad, Mercero opta por centrar la historia de un cuadro de Goya, que los encargados del traslado habrían dejado olvidado. Un anarquista, trabajador del Museo, decide guardar el cuadro para evitar su deterioro, devolviendo al Prado cuando el conflicto termina. Sin dejar de mostrar su crítica a la guerra y a los militares sublevados, el director hace pasar por el filme (...) casi todos los aspectos de la vida cotidiana del Madrid en guerra: el hambre, el mercado negro, las diferencias entre los diversos sectores políticos del bando republicano, la importancia de la propaganda de ambos bandos, la acción de los emboscados de la quinta columna, los chanchullos de unos y otros (puesto que en una guerra lo primero es sobrevivir), la inocencia infantil, los combates en las zonas próximas a la capital, la formación de las milicias e incluso la represión ejercida por las izquierdas con una visión objetiva acerca de la brutal persecución religiosa que tuvo lugar en el bando republicano tantas veces minusvalorada por cierta historiografía y casi siempre olvidada por el cine de la democracia 7.

Este comentario, recoger la sinopsis de la película y describir los pretendidos –y según el comentario cumplidos– objetivos declarados del director 8 . Pero además, eleva –al proceder de un especialista en historia y cine – el filme de rango. No solo es un producto de entretenimiento, es además “ la mejor película española reciente sobre la Guerra Civil desde el punto de vista histórico”, por lo que parece que nos encontramos ante una película de visionado obligado.

 

3. Una producción cinematográfica concreta en un tiempo político concreto

A mediados de los noventa, tal y como se ha señalado más arriba, el consenso histórico que había presidido el periodo desde 1977 empezó a deteriorarse. Si bien es cierto que siempre hubo cierto debate en torno a distintas producciones culturales –científicas o no – sobre la Guerra Civil, la diferencia cualitativa del nuevo período es el papel de la Administración del Estado y de la red mediático-corporativa en torno al partido gobernante. La línea editorial que, desde instancias gubernamentales se articuló como respuesta a los cada vez más visibles represaliados del Alzamiento y el Franquismo, fue la de la represión como fenómeno sufrido por igual en ambos lados 9. Esta actitud, en términos políticos supone un salto con respecto a la línea de los anteriores gobiernos más identificada con lo que se venido en denominar “pacto de silencio” muy al contrario, la idea de la barbarie de ambos bandos, fue manejada por representantes del gobierno al máximo y justificada desde ámbitos paragubernamentales con publicaciones y material audiovisual.

Cinematográficamente hablando, y en los años anterioridad al estreno de La hora de los valientes habían llegado a las salas de cine algunas interpretaciones las que destacan Tierra y Libertad (1995) y Libertarias (1996) 10, ambos filmes –aunque críticos con la represión en el bando republicano – homenajean a los defensores de la República; en un caso a los combatientes de POUM en otro, a las mujeres anarquistas que combatieron en el frente de Aragón.

Enrique Cerezo, Antena 3 y Vía Digital apoyarán la lectura que Antonio Mercero hace sobre la retaguardia madrileña y que finalmente se estrenará el 16 de octubre 1998 en Talavera de la Reina con el título La hora de los Valientes y aunque tendrá un modesto éxito de público 11, que será muy bien acogida por la crítica tal y como tal y como atestiguan estos ejemplos extraído la web del propio Mercero 12 , las reseñas de Juan Velarde –Fila Siete– y Francisco Umbral –El Mundo–, entre otros, o el premio Goya que recibiría Adriana Ozores.

 

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NOTAS Y REFERENCIAS

 

1 Félix Ovejero Lucas, “Donde tocas, la memoria duele”, en El País, 15-XII-2005.

2 Julián Casanova, “Mentiras Convincentes”, en El País 14-VI-2005

3 Enrique Moradiellos, “Uso y abuso de la historia: la Guerra Civil”, en El País, 31-X-2005.

4 Esta expresión fue la tesis de la conferencia que dio en el año 2000 Stanley G. Payne en el Escorial, y también es la tesis central de su último libro El colapso de la República , Madrid, Esfera, 2005.

5J . S. Vidarte, Todos fuimos culpables. Testimonio de un socialista español , México, Fondo de Cultura Económica, 1973.

6 Pedro J. Ramírez, “Cuando sólo te quedaba ser murciélago”, en El Mundo , 4-IX-2005.

7 Santiago de Pablo, “Memoria e imagen de la Guerra Civil en el cine español de la democracia”, en Cuadernos Canela , vol. XVI, marzo 2005, pp. 33-47.

8“[narrar la guerra es] un deber personal, moral e histórico. Pertenezco a una generación muy golpeada por la guerra. Si no la contamos nosotros, ¿quién va a hacerlo? (...). Bucear en la guerra fue tremendo: descubrir todo el dolor, odio y contradicciones de una lucha fratricida. Sentí una angustia total que, a veces, me impidió continuar (...) [la película se define como] una tragicomedia realista, una historia romántica, un fresco histórico y una fábula sociopolítica (...). Se trata de narrar la historia de un pobre chaval defendiendo la belleza suprema, de ahí la grandeza de su pequeño gesto. Porque, el tema central es la defensa de la belleza. La guerra es el cruel y sórdido trasfondo histórico y la muerte, la circunstancia que lo rodea (...) Los crímenes de sangre se produjeron en todos los bandos. Yo no juzgo a nadie, porque, como dijo Renoir, cada personaje tiene sus razones. Beatrice Sartori, “Narrar la Guerra Civil es un deber personal, moral e histórico”, en El Mundo , 2-XII-1998.

9 Línea que, por otra parte, parece seguir el actual gobierno según se deduce de los capítulos dedicados a la Guerra Civil y al Franquismo de la serie de divulgación Memoria de España emitidos por La 2 de Televisión Española en 2005. Aunque hay que consignar que esta serie fue un encargo realizado durante el Gobierno del PP, no del PSOE.

10 Cfr. Santiago de Pablo, “Memoria e imagen...”.

11Sus 118.010 espectadores quedan muy lejos de otras películas sobre la Guerra Civil, estrenadas en fechas similares, Tierra y Libertad (1995): 448.824; Libertarias (1996): 594.978; La lengua de las mariposas (1999):1.181.526 o La niña de tus ojos (1998): 2.497.859.

12 “Regresa Antonio Mercero al cine con esta película serena, cálida y original. No es su mérito menor un guión perfectamente construido, que el director ha escrito con Horacio Valcárcel. A la densidad de elaboración de los personajes, a la suave concatenación de las situaciones, a la medida precisa de las secuencias, se debe probablemente esa sensación de comodidad que se tiene viendo esta película”, en Fernando Méndez Leite, La guía del Ocio. “Una Película sensible, tierna y solidaria, capaz de reflejar con sencillez y precisión la vida cotidiana de una variopinta familia en el Madrid de aquella guerra fratricida.” Anton Merikaetxebarria, en E l Correo . http://antoniomercero.iespana.es/valientes.htm [último acceso, 13 de febrero de 2006].