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3.
Una sociedad ante sí misma: CONDENADO
Por
fin, encontramos una película norteamericana que no trata de
escaparse ni de huir de la realidad sino acercarse a ella, y lejos de
hablar del sueño americano, habla precisamente de su cara más
amarga. A su vez, encarnando a su protagonista principal nos encontramos
con Robert DeNiro, Vincent LaMarca que, por fin, vuelve a meterse en
la piel de un hombre solitario que huye del pasado, sin recargar las
tintas, introduciéndose en un personaje real. En sus ojos está
la madurez y la amargura, y a través de ellos vemos el retrato
humano de una familia que no se asemeja al modelo americano tradicional.
De hecho, en un momento dado de la historia, LaMarca llega a decir a
su compañero cuando éste le invita a una fiesta familiar:
"la felicidad y el cariño me hacen sentir mal". La
historia se abre con el inserto de las primeras imágenes de Long
Beach en su época dorada (a ella hace referencia el título
original del film, City by Sea), para después trasladarse
a un paisaje desolado, una ciudad maltratada por el tiempo, en la que,
"algunas transiciones a lo largo de Condenado, con tomas desde
el interior de un coche, parecen atravesar un territorio arrasado por
una fuerza fantasma" 6.
Una noche de tormenta, Joey (James Franco), hijo de LaMarca, cegado
por la droga, comete un crimen cuando él y su amigo forcejean
con un camello por unas papelinas de droga. Ambos deciden echarlo al
agua como si nada hubiera ocurrido. Pero la policía encuentra
el cadáver antes de llegar al mar y se hace cargo de la investigación
Vincent LaMarca junto a su compañero, Reg (George Dzunda), sin
saber que el pasado se abrirá ante él. En el cuerpo del
difunto, apodado Picasso, están sus señas de Long Beach,
así que LaMarca regresa a un lugar en el que no se siente cómodo.
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Las imágenes
del principio contrastan con una Long Beach lóbrega, sin gente,
con edificios vacíos y en ruinas, perfilan una ciudad venida
a menos (como arrasada por una guerra). LaMarca es un detective de homicidios
encerrado en su pequeño mundo tras huir del pasado. Vive en un
inmueble en la gran ciudad, mantiene una relación con una vecina,
Michelle (Frances MacDormand), aunque cada uno vive en su piso, y la
rutina se ha convertido para él en una segunda piel, para ocultarse
del mundo y la gran ciudad. Es un personaje de los que atraen, a pesar
de la tristeza que oculta, al radiografíar a esos seres que las
grandes ciudades los sumen en el más profundo anonimato y soledad.
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Pero
Picasso respondía ante su jefe, Spyder (William Fosythe) que
quiere recuperar el dinero que portaba. Así que, necesita saber
quiénes son sus asesinos. En el barrio todo se sabe y todos se
conocen, al calor de esos poderes soterrados al margen de las autoridades.
Así que Joey debe de ocultarse. Pero cuando Spyder presiona al
colega de Joey, éste acaba entregándose a la policía
por miedo a que le mate, así LaMarca sabe que es su hijo el principal
sospechoso. Regresa a casa de su exmujer y, a partir de ahí,
descubrimos qué le hizo huir, en una composición contenida
pero muy humana, en la que LaMarca-DeNiro confiere esos registros que
solo él sabe dar a unos personajes marcados por la vida.
El
relato confluye en los diferentes planos descarnados de la existencia
humana. Michelle quiere conocer a LaMarca, saber qué le preocupa
y por qué en sus ojos existe esa tristeza huidiza que le impide
abrirse a ella. Cuando una tarde se confiesa, le dice que su padre fue
un asesino, y que ahora tal vez lo sea su hijo, y que huyó de
su pasado por temor a no saber enfrentarse a él. Ella duda. No
es fácil agarrarse a alguien con tanto dolor. Mientras para saber
dónde se oculta el chico, Spyder acude a Gina (Eliza Dushku)
con la que Joey tiene un bebé. Amenazada, decide llevarle a su
nieto a LaMarca porque ella, también drogadicta como Joey, no
puede aguantar la presión de una existencia tan cruda y violenta.
LaMarca es retirado del caso al conocerse que es el padre de Joey, y
Reg y otro compañero van a detener al chico al viejo almacén
donde sabe que se oculta.
En
esta ocasión, una vez en el almacén, Reg descubre una
escalera que accede a un piso superior donde se esconde Joey. En ese
instante, Spyder está registrando el escondrijo y al escuchar
a los policías se asusta. Espera en la oscuridad y en cuanto
asoma el cuerpo de Reg por el hueco de la escalera le dispara a bocajarro;
por lo que todos piensan que ha sido el muchacho y la policía
quiere cazarlo a toda costa. LaMarca sabe que si lo encuentran lo más
probable es que le peguen dos tiros, y en su interior pugnan las fuerzas
del padre y la del eficiente policía que ha ocultado sus sentimientos.
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Michael
Caton-Jones, el director, logra ensamblar unos personajes creíbles
y humanos, un relato que se apoya magistralmente en una banda sonora
emotiva y un lenguaje visual clásico pero efectivo, en donde
nada chirría cuando la marginalidad, los sentimientos y la violencia
se sitúan en el mismo plano de la realidad. Los sueños
rotos, la América profunda y desgarrada, en donde los seres pugnan
en su silencio por intentar que la vida no les marque irremisiblemente,
aunque al final acaba por condenarles. De ahí que el crítico
Hilario J. Rodríguez señale: "Los actores saben añadir
bastantes matices a sus papeles, para evitar que sean robots o simples
asalariados en un juego de rol y al mismo tiempo para no dejarse sepultar
por la propia apatía de aquellos a quienes encarnan" 7.
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Así
y todo, en este resquemor de haber dejado pasar el tiempo y aceptar
este fracaso, LaMarca logra salvar a su hijo de las garras de la derrota
total, la muerte. Aunque eso no sirva para redimir el pasado, al menos
sirve para cicatrizar las heridas y que éstas no recaigan en
su nieto. Un film intenso y sencillo, en donde este plantel de actores
jóvenes y veteranos se adueña de la gran pantalla en una
especial sensibilidad humana, que atraviesa las diferentes fases de
la amargura y la miseria moral. Y aún así, hay una luz,
una sensación de que es posible empezar de nuevo, aunque en el
telón de fondo de las grandes ciudades hay una nota de desengaño
y de soledad. Una soledad que, al final, sólo puede ser afrontada
con el amor de un hijo, de la familia, ante una realidad siempre ingrata
(de los colegas, de la sociedad, de los medios cuando te señalan
por ser el hijo de un asesino).
El relato se gradúa sin falsos efectismos ni bruscos virajes
tan habituales en el cine comercial; se agradece que el director sepa
arriesgarse y escrutar la intrasociedad y que DeNiro vuelva a su naturaleza
existencial en el cine. El film, a pesar de llegar a nuestra cartelera
con varios meses de retraso, tuvo una acogida aceptable, con 321.255
espectadores (con una recaudación de 1.546.882,70 €) 8.
Ficha
técnica
Dirección: Michael Caton-Jones. País: USA. Año:
2002. Duración: 108 min. Guión: Ken Hixon; basado en el
artículo 'Mark of a murderer' de Michael McAlary. Producción:
Michael Caton-Jones, Matthew Baer, Brad Grey y Elie Samaha. Música:
John Murphy. Fotografía: Karl Walter Lindenlaub. Montaje: Jim
Clark. Diseño de producción: Jane Musky. Dirección
artística: Darrell K. Keister y Patricia Woodbridge. Vestuario:
Richard Owings. Interpretación: Robert De Niro (Detective Vincent
LaMarca), Frances McDormand (Michelle), James Franco (Joey LaMarca),
Eliza Dushku (Gina), William Forsythe (Spyder), George Dzundza (Reg
Duffi).
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