En
consecuencia, el resultado de este fatigoso trabajo de análisis,
iniciado a principios de los 70, ha culminado en un impresionante fresco
histórico dotado de un incuestionable vigor épico. Gangs
of New York oscila entre el espectáculo de masas y la búsqueda
de un realismo extremo en su reconstrucción histórica
de los hechos, saturada por excesivas dosis de acción y violencia.
El
núcleo de la película lo constituyen dos historias de
carácter muy tópico e impropias del talante scorsesiano:
la primera aborda la venganza de un joven irlandés contra el
líder nativo que mató a su padre y la segunda el romance
entre el muchacho y una astuta ladrona. Afortunadamente, Scorsese logra
alzarse sobre el convencionalismo de ambas historias para introducir
aspectos más críticos como la corrupción política,
la lucha de clases y la realidad de un pasado edificado sobre la criminalidad,
la xenofobia, el racismo y la rebelión anticonstitucional. Una
realidad que atestigua la irracionalidad del conflicto suscitado entre
las bandas sin tomar partido por ninguna de las dos. Leonardo DiCaprio
ha argumentado al respecto lo siguiente:
Entender
políticamente los dos lados de la historia es lo que hace a
esta película compleja, lo que ha hecho a nuestro país
complejo. No hay una división clara entre el Bien y el Mal,
y hay que tener eso en cuenta, especialmente estos días.
Por
consiguiente, es en el ámbito temático donde Martin Scorsese
vuelca sus esfuerzos para mostrarnos los orígenes de una América
cimentada sobre las relaciones entre las autoridades políticas
y policiales y las bandas, que eran quienes realmente otorgaban poder
y respaldo físico a las primeras. El carácter incisivo
en la reconstrucción de unos orígenes históricos
establecidos sobre la barbarie y la corrupción gubernamental
se convierte, pues, en el plato fuerte de esta monumental epopeya. Sin
embargo, la estructura interna del film acusa graves defectos en su
concepción.